La valentía en la fe.
Mateo 10:26-33
Jesús invita a sus discípulos a enfrentar las adversidades con valentía, confiando plenamente en el cuidado de Dios.
Jesús comienza diciendo: “Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse” (v. 26). Este llamado a no temer está ligado a la confianza en la justicia de Dios. Aunque en el momento presente podamos experimentar injusticias, Dios asegura que todo saldrá a la luz en su tiempo. La valentía que Jesús propone no se basa en nuestras propias fuerzas, sino en la certeza de que Dios tiene el control de todas las cosas. Más adelante, Jesús añade: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (v. 28). Este versículo nos desafía a cambiar nuestra perspectiva sobre el miedo. Muchas veces tememos las opiniones, rechazos o incluso las amenazas humanas, pero Jesús nos invita a dirigir nuestra reverencia y temor únicamente hacia Dios. Ser valiente implica priorizar nuestra fidelidad a Dios por encima de cualquier amenaza terrenal, confiando en que nuestra alma está segura en sus manos.
Jesús refuerza este mensaje de valentía con una imagen conmovedora: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aún vuestros cabellos están todos contados” (vv. 29-30). La valentía no nace de negar nuestras debilidades, sino de recordar que somos valiosos para Dios y que Él cuida incluso los detalles más pequeños de nuestra vida.
Finalmente, Jesús concluye: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (v. 32). La verdadera valentía en la fe se manifiesta al confesar a Cristo públicamente, sin temor al rechazo o las consecuencias. Ser valiente no significa no tener miedo, sino actuar con fidelidad a pesar de él.
En conclusión, este pasaje nos invita a vivir una valentía fundamentada en la confianza en Dios. Jesús nos llama a no temer las adversidades humanas, recordándonos que nuestra vida tiene un valor inmenso para Él.
Dios los bendiga.
Mario Israel Reyna López
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