Las pruebas de la vida nueva
1 Juan 5.1-5
La lectura del día de hoy resume todo lo que somos ahora, es decir, los resultados de nuestra nueva naturaleza. La pregunta necesaria para hoy debe ser ¿Cuáles son las señales en nuestra vida de que Dios ha hecho que hemos nacido de nuevo?
No olvidemos que es Dios el que ha producido en nosotros este cambio. No han sido nuestras buenas acciones, ni nuestra mucha fe o qué tanto llevamos al pie de la letra nuestra participación en la iglesia. Todo lo hemos recibido por su gracia.
Leamos Romanos 3.24, Efesios 2.5, Tito 2.11 y 1 Pedro 5.10.
A la luz del Evangelio encontramos la gracia y el papel que juega en la historia de la redención. Dios es quien causa el nuevo nacimiento en los corazones de los pecadores y muertos espiritualmente, por eso debemos revisar lo que encontramos en esta lectura ya que ahí encontramos las manifestaciones de los salvos y los que vivimos ahora en la nueva vida por causa de su gracia mostrada en la cruz donde Cristo murió por nosotros.
La primera carta del apóstol Juan está dedicada a llevarnos de la mano por la senda de la vida crisiana. Antes de pensar y querer descansar en todas las preciosas promesas de Dios, es bueno que nos revisemos si estamos dando evidencias de nuestra fe y conversión a Cristo.
Aquí hay dos resultados de que ya no estamos en muerte sino en vida en los versos 2 y 3:Verso 2 “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.” No es lo mismo amar a Dios y obedecerle. Jesús dijo en Juan 14.15 “Si me amas, guarda mis mandamientos.” Primero lo primero, el uno es resultado del otro. Primero es amar a Dios, conocerle, recibirle y después viene el nuevo nacimiento que nos mueve a obedecerle y subodinarnos a él.
Verso 3 “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.” Amar a Dios de tal manera que no nos pese obedecerle. Esto se logra practicando los hábitos espirituales como la oración, la lectura, congregarnos con otros. El Señor nos bendecirá con el gozo de hacer su voluntad.
Ahora sí veamos las promesas de Dios en este pasaje. Los versos 4 y 5 dicen: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”
Verso 4 Nos habla de victoria y es resultado del nuevo nacimiento, pero leamos 1 Juan 2.15-17 y hallaremos en el verso 16 que las fuerzas del mundo que tenemos que vencer que bien podría resumirse como deseos por lo que no tenemos y orgullo por lo que tenemos. Cuando no tenemos lo que queremos, el mundo nos corrompe con la codicia. Y cuando tenemos lo que queremos, el mundo nos corrompe con el orgullo.
Esto es lo que nos impide amar a Dios y amarnos unos a otros. Amamos las cosas. Y cuando no las tenemos, las ansiamos. Y cuando las tenemos, nos encanta hablar de ellas sin cesar.
Finalmente, la primera promesa es victoria sobre el mundo, pero debemos obedecer y someternos al Evangelio.
Ahora tenemos otra promesa. La victoria sobre el mundo cuando creemos que Jesús es el Hijo de Dios. Acabamos de celebrar la Navidad, la encarnación del eterno Hijo de Dios, Jesús. Parece sencillo leer esta demanda, pero es la base sólida de nuestra fe así que debemos reflexionarla y cavar más hondo en la fe en Jesús como Dios, como Hijo de Dios. El Padre y el Hijo son uno mismo y están tan cerca que nada ni nadie puede interponerse entre ellos. Las dificultades para ccreer así de Jesús podría decir que hay tres más importantes. 1 / Aceptar la deidad de Cristo y quien es parte de la Trinidad como enseña Lucas 1.30-35. 2 / Creer en la eternidad de Cristo como Dios como dice Juan 8:58. Eternidad es “perpetuo, no teniendo ni principio ni fin”. Creamos que Jesús no tuvo principio ni tendrá fin porque es Dios eterno. 3 / Siendo Dios eterno nos incluye a nosotros. Juan 1.3 “Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” Jesús es el Hijo único de Dios no hay ningún ser humano, nación o rey que pueda serlo jamás y él desea compartir esa filiación con nosotros, para que seamos acogidos en la vida misma del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Disfrutemos y descansemos en sus promesas.
Rolando y Martha Guzmán
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