Pedro comienza diciendo en los primeros versos del capítulo 4 que ya fue suficiente el desperdicio de tiempo en el pecado y tenemos que asumir el rol que tenemos como hijos de Dios, es momento de dejar todo aquello que hacíamos por placer propio o por agradar a los demás.
Pedro exhorta a vivir como Cristo lo hizo. Es momento de ponernos a cuentas con Dios y dejar atrás toda costumbre pecaminosa porque el fin de las cosas
está cerca. Necesitamos conectarnos con Dios para conocer los dones que hemos recibido por gracia cuando el Espíritu Santo viene y mora en nosotros.
Desde el verso 7 comienza a listar lo que tenemos que poner manos a la obra, dice que estemos sobrios y velemos en oración, que nos amemos de la manera en que Cristo nos amó, que nos atendamos los unos a los otros sin quejarnos de los demás. Parece que Pedro habla de poner nuestros dones al servicio de
los demás, así que tenemos que comenzar por orar y pedir a Dios que nos revele, en su Palabra, los dones que tenemos.
Tenemos que distinguir entre los dones del Espíritu Santo y el fruto del Espíritu Santo pues no son los mismos. Los frutos del Espíritu Santo los leemos en Gálatas 5:22-23: En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
Pero ¿entonces cuáles son esos dones de los que habla Pedro? En Romanos 12:6-8 Pablo los menciona: Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado.
- si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe;
- si es el de prestar un servicio, que lo preste;
- si es el de enseñar, que enseñe;
- si es el de animar a otros, que los anime;
- si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad;
- si es el de dirigir, que dirija con esmero;
- si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría.
Pedro nos está diciendo que somos mayordomos de estos dones que hemos recibido, por lo tanto, nos exhorta a que no seamos como aquel mayordomo infiel de la parábola que leemos en Lucas 16.1-12 y que comencemos a servir a los demás con lo que estamos equipados y no limitarnos a pensar que esto es solo un mandato para aquellos que son llamados a liderar como leemos en Efesios 4.11: “Él mismo constituyó a unos como apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros”
Aquí Pedro nos exhorta a ti y a mí para que, dejando la naturaleza antigua atrás, dejemos el pecado,
nos limpiemos y nos enfoquemos a descubrir nuestro don o dones con los que hemos sido envestidos desde el momento que el Espíritu Santo mora en cada uno de nosotros para que así nos pongamos al servicio de los demás pues el fin de las cosas se acerca.
Somos mayordomos, administradores de la gracia de Dios y no porque nosotros la damos, esa solo viene de Dios, pero si podemos dar testimonio de la gracia al servir a los demás, sin esperar nada a cambio, sin importar el sacrificio que tengamos que hacer, así como Cristo lo hizo, con su amor incondicional, con su amor sacrificial. Lo hizo por amor a nosotros, a los otros, a todos.
Edgar Baruch
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